A veces me olvido lo divertido que era contar anécdotas del día a día por aquí. De esas que nos pasan a cualquiera un día cualquiera y que probablemente no sean tan divertidas como para escribir un post. Pero parece que últimamente había olvidado reirme de mi misma. Y, ¿sabéis? Eso sí da para un post... (y hasta para un libro).
Empecemos por el post (que para el libro no tengo tiempo), y pongámonos en antecedentes: llevo unos meses de mierda. De hecho, ha sido un año de mierda. Personalmente lleno de mierda hasta arriba y profesionalmente maravilloso, pero no limpio de meses de esos en los que por muy doradas y brillantes que sean mis tarjetas, también ellas están llenas de mierda.
La vida del freelance es, como su propio nombre indica: free. Libre de órdenes, de jefes, de horarios, de fines de semana y de lunes. Tanto, que hay meses que también mis tarjetas de crédito deciden ir por libre.
No recuerdo cuánto tiempo hacía que no iba de compras. La verdad es que ni siquiera lo echaba de menos: entrar en Zara es como volver al invierno pasado (y al anterior). Aburridísimo. Pero hay algunos básicos de H&M que nunca fallan.
"A por básicos", me dije. Y con un jersey de punto de 12,95€ y una camiseta blanca de algodón de 7,95€ me fui a la caja.
Como casi siempre sucede en H&M, me atiende un dependiente guapo, de esos que probablemente rechacé en Tinder por ser too much.
Por no tirar de cash, decido usar una de esas tarjetas de esas que van por libre. El datáfono pita de una forma impertinente.
- "Vaya, no me la coge". Dice el guapo dependiente.
- "Mierda, ya estamos... No te preocupes", dije yo. "Te doy otra tarjeta..."
- "No, tranquila, seguro que ha sido error del datáfono".
El pobre no debía verme cara de autónoma, y decidió volver a pasar la tarjeta.
- "Error 190. Seguro que es culpa nuestra. Vamos a intentarlo de nuevo". Y nuevamente en la pantalla: Error 190.
Tras tres intentos acabé pagando con la tarjeta de débito. Era la segunda vez en una semana que me pasaba lo mismo. A diferencia de la primera, ayer decidí reirme de mi misma y al final nos acabamos riendo los dos.
Así que salí de allí con un jersey de punto, una camiseta blanca y una cita.
Ser freelance está lleno de errores. Éste solo fue el 190.
Pero si fue un error o no...
ya os lo contaré más adelante.